Ricardo García Mira
Suicidio, del latín sui-cidium (sui = a sí + cidium
= acto de matar), se refiere al acto, deseo o intento de quitarse la vida.
En la Grecia y la Roma clásicas morir decentemente, con razón y dignidad era
importante, y el suicidio significó liberarse de un sufrimiento insoportable,
normalmente provocado por la enfermedad o el deshonor. Hoy la conducta suicida
obedece más a una salud psicológica debilitada por el estrés vital, una vejez
sin protección, institucionalizada y aislada, que lleva a la percepción de
soledad o de pérdida de un papel activo, social o laboral, que dé sentido a la
vida.
El origen del suicidio es multicausal. En la exploración de la historia
de los suicidas se ha observado la confluencia de factores biológicos, que
postulan un posible origen genético o ponen de relieve el papel de algunos
neurotransmisores como la serotonina o la reducción de actividad de sus
receptores, psicológicos, manifestados por la desesperación o la depresión, y
sociales, asociados al impacto o al mensaje social que pretenden transmitir
algunas escenificaciones de suicidio, con el riesgo que conlleva de
replicación.
La decisión de suicidio en pareja no hace sino reforzar la ruptura
con las estrategias de resiliencia, que ayudan a todo ser humano en la búsqueda
de soluciones para resistir esas situaciones dramáticas que conducen a la
frustración, y para las que hoy la psicología cuenta con valiosos recursos de
apoyo.