Ricardo García Mira
La investigación criminal y su capacidad para
esclarecer una muerte como la ocurrida en Santiago ha experimentado grandes avances.
El análisis de las pistas en la escena del crimen se ha visto beneficiado
gracias al desarrollo científico de otras ciencias denominadas “duras” como la
física, la química o la biología, pero también de las mal denominadas “blandas”,
como la psicología que, desde una perspectiva interdisciplinar, han incorporado
nuevos enfoques para dar respuesta, cada vez con mayor certeza, a la razonable
demanda y curiosidad social por conocer las causas de tan terrible crimen.
Así, establecer el perfil de la conducta de un
criminal a partir de las pruebas, ha formado parte de una ciencia denominada
psicología investigativa, con recientes desarrollos, y constituye un método
muchas veces inequívoco para identificar al criminal. La investigación combina,
de manera efectiva, el análisis estático que proporcionan las pistas físicas,
con el análisis más dinámico orientado a conocer las probabilidades de que las
conductas vinculadas a un crimen hayan sucedido de un modo y no de otro.
Información que, como en el caso de las pistas pendientes de analizar, deberá
analizar minuciosamente el juez para adoptar una decisión correcta.
Si la sospecha se establece sobre un agresor conocido,
como parece ser el caso, el método inductivo clásico, que analiza características
compartidas por otros criminales con un mismo patrón de conducta, se ve
reemplazado, por una parte, por el método deductivo, según el cual al análisis
de la escena del crimen se une el análisis de la información proporcionada por
la policía científica para deducir las características psicológicas y
conductuales del criminal. A él hay que añadir el perfilado geográfico, que
relaciona la ubicación de la escena del crimen con el lugar de residencia del
criminal, si tenemos en cuenta que los agresores actúan siempre en un lugar y
momento que posee para ellos significado personal.
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