Un análisis de las investigaciones más recientes realizadas por psicólogos sociales pone de manifiesto que las políticas de integración en Sudáfrica desde la abolición del Apartheid, no han llegado a ser suficientes, los espacios mixtos de interacción social aún son pocos y los intentos de acabar de facto con la segregación racial real son todavía tímidos. En mi visita reciente a Johannesburgo y Ciudad del Cabo, he observado una clase media que emerge minoritaria entre la mayoría negra, pero muy desigual, en relación al alto nivel de vida que disfrutan los blancos. La economía, entre las más emergentes a nivel mundial, se fortalece con el esfuerzo de todos, pero con resultados disimilares. En paralelo, el índice de crimen, entre los más altos del mundo, unido a los 5 millones de afectados de SIDA, constituyen los problemas más preocupantes del país.
Hoy, el Congreso Nacional Africano (ANC) cuenta con divisiones internas que erosionan la coalición con la que gobiernan el país, y ponen al Presidente Thabo Mbeki en duda frente a sus seguidores, que en su día lo fueron también de Nelson Mandela. Sería triste que el espíritu de Soweto de 1976, iniciado con el levantamiento mítico de sus residentes contra los excesos cometidos al amparo de las leyes segregacionistas, muriera o se quedara sólo en un nivel de atracción turística. Soweto cuenta aún con miles de ciudadanos hacinados en los townships, en chabolas de latón. Y no es más que un distrito entre otros a lo largo del país en estas mismas condiciones.
Esta lenta evolución hacia la igualdad y la reducción de la pobreza, precisa un nuevo impulso integrador. Mandela, Tutu, Sisulu, y tantos otros que lucharon por la paz y la libertad, hicieron su trabajo y son hoy referencias ineludibles. Sudáfrica, por otro lado, es un país clave, convertido en el modelo a seguir para otros países del continente que viven bajo la explotación occidental. Un lugar magnífico con gente amable que comparte nuestros mismos valores en la diversidad, y que ha optado con su TRC (Truth and Reconciliation Comission) por la reconciliación y por el esclarecimiento de la verdad y el perdón como camino para evolucionar y desarrollarse, pero identificando qué (crímenes y abusos de derechos humanos) y a quién hay que perdonar. Es lo mínimo que cualquier análisis retrospectivo de nuestra memoria histórica debería tomar en consideración.
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